El velocímetro es el aparato que indica la velocidad de un vehículo. Sin entrar en disquisiciones técnicas, así es como lo define el diccionario de la Real Academia Española (RAE) y está en lo cierto. Pero si hablamos de los velocímetros que llevan instalados los coches que se comercializan en el mercado deberíamos matizar que esos aparatos no señalan la velocidad real a la que circula el vehículo.

El velocímetro marca siempre una cifra superior a la real. Todos los coches, sin excepción, circulan a un ritmo menor del que refleja el velocímetro, tanto si es analógico como digital, por cuestiones legales.

En la Unión Europea, la normativa establece que la velocidad indicada nunca deberá ser inferior a la velocidad real con un margen de error máximo sobre la velocidad real del 10% + 4 km/h. En otros países, como Estados Unidos y Japón, con una amplia tradición automovilística, la norma es más estricta pues se admite una desviación máxima de solo el 4%.

Quien alguna vez haya hecho la prueba con un GPS manual, o por ejemplo con Waze, se dará cuenta que la velocidad que marca el velocímetro del tablero de instrumentos difiere de la del dispositivo electrónico o app.

Ya sean analógico o digitales, los velocímetros marcan una velocidad mayor a la real. No importa la marca ni el modelo del vehículo, ningún velocímetro puede marcar una velocidad inferior a la real. Este es un requisito legal que está asumido por la industria, y que está ligado directamente a la seguridad vial.

La explicación es sencilla. Hay que tener en cuenta que si el velocímetro muestra la velocidad real o menor, es probable que el conductor intente pisar el acelerador en algún momento. Ahora, si la aguja indica una velocidad mayor a la real (como sucede) ese deseo querer ir un poco más rápido queda parcialmente inhibido.

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